martes, 5 de enero de 2010

Entrevista a Liliana Donzis

-Las primeras resonancias de la letra freudiana le llegaron siendo muy niña a través de la voz de su madre, ¿Cuáles son sus recuerdos de aquella etapa?

-Son recuerdos de infancia que Freud denomina recuerdos encubridores, tienen la función de velar y también revelar algo de la verdad. Mi madre leía con entusiasmo libros de Freud, de poesía y de filosofía en voz alta con la expectativa de que así aprenderíamos a leer. Por cierto tuvo razón.

Mi niñez esta poblada con lecturas de Freud y sus discípulos Jung, Adler y Steckel a quienes conocí muy bien a través de relatos y cuentos infantiles, historias novelizadas impregnadas de contenidos ideológicos y políticos. Indudablemente fue una introducción temprana e inolvidable de los problemas culturales de aquella época. Los libros los traía mi hermano, a pedido de ella de la biblioteca del club Independiente de Avellaneda.

Asimismo contaban en aquellas conversaciones los existencialistas de posguerra y los incipientes interrogantes que traía Simonne de Beauvoir.

Si menciono estos recuerdos es porque al mismo tiempo estoy en deuda con los cuentos infantiles.

¿Las historias de infancia tienen alguna función en la formación del analista?

La formación es una fina orfebrería que como bien sabemos es teórica, es clínica y se enlaza inexorablemente al análisis personal. En el análisis la infancia nos trabaja, retornamos a esas historias plenas de sentido para darle un paso al sin sentido y que emerja lo nuevo, algo pasa y es ese real no significable que sin embargo retorna de diversos modos.

En cierta ocasión trabajando sobre el deseo del analista plantee que la niñez cae, perdemos la infancia y la duelamos, obviamente, este es un proceso que transcurre en el interior del análisis del analista.

Este duelo es un atravesamiento inevitable para quien decide analizar niños, ya que si bien lo lúdico en su amplio espectro -incluyo el dibujo y el relato- cumplen con una función precisa en el análisis con niños, la posición del analista en el juego es desde un vacío de significación, no jugamos con nuestros juegos ni con nuestros recuerdos de infancia.

Lacan menciona de Las Confesiones de San Agustín la escena en la que el niño mira a otro recién nacido en los brazos de una madre. Los recuerdos de infancia conllevan la marca del amor y la hostilidad a los padres, a los hermanos y eso bien sabemos lo puede complicar todo. Puede llevar muchas vueltas en el análisis personal trabajar la caída de los ideales.

-En sus textos se pueden encontrar frecuentes referencias al psicoanalista Jorge Fukelman, ¿qué de su influencia destacaría en su formación?

-Jorge Fukelman fue uno de los primeros psicoanalistas lacanianos que, entre otros temas, trabajó y transmitió rigurosamente la función de lo lúdico en el análisis con niños. Es un maestro con quien estamos en deuda. Cuando escribo me acompaña una ética que concierne a la cita y al comentario, más aun si se trata de una enseñanza importante. Citar es saldar algo de una deuda, aunque obviamente no es el único modo. Muchos analistas de mi generación se abrevaron en su transmisión. Tuve y tengo la suerte de conocerlo desde hace muchos años.

-Dentro de sus maestros e influencias ubica a Arminda Aberastury, Eduardo Pavlovsky, Oscar Masotta, tres exponentes de distintas ramas del psicoanálisis, así como su participación en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. ¿Cuáles son las trazas más significativas que cada uno de ellos ha dejado en usted y en su práctica analítica?

-Los primeros años de la década del setenta fueron cruciales en nuestro país, en varios planos tanto en la producción teórica como en el desarrollo intelectual. Tiempo de creación que luego se opaco a golpe de exilio, tortura, muerte. Éramos muy jóvenes, yo estaba en la búsqueda de nuevos paradigmas.

Siendo estudiante de psicología me fui interesando por la clínica con niños, Tato Pavlovsky y Arminda Aberastury trabajaban, creaban y recreaban los aportes del kleinismo cada uno a su manera. Tato analizaba en grupos terapéuticos mientras que escribía de esa práctica sin desdeñar la importancia de lo lúdico y lo expresivo. Me acerque a él y fue para mi una fuente de transformación conmovedora y también la chance inaugural de preguntarme seriamente por el valor de la escena y la importancia del juego. La presencia de Arminda tanto en sus clases como en sus escritos contenían de modo sistemático su enorme experiencia en la creación de un estilo, que aunque ella atribuía a la enseñanza de Melanie Klein, fue Arminda quien contribuyó enormemente a la creación y a la invención de nuevos aportes teóricos y técnicos al psicoanálisis, según la nomenclatura que ella le dio.

Aprendimos con Lacan que la lectura incluye un necesario momento de decantación, un desgarro de la letra que concierne a una desuposicion del saber que porta. Fue con los textos de Aberastury donde practiqué, si se puede decir así, una operación de extracción, lo que supone una lectura muy fuerte y un intento de aproximación a la lógica de su pensamiento. Es desde esa perspectiva que siguiendo mi marco conceptual y mi modo de entender la clínica que retrabajé algunos de sus aportes, por ejemplo la caja de juegos tal como ella la uso y conceptualizó. En un texto de mi autoría sobre el juego en la clínica lacaniana, me permití la osadía de plantear desde mi perspectiva algunas diferencias. Señalo por ejemplo, que el analista al elegir el kit de elementos se involucra de un modo demasiado personal y desde un sentido preestablecido en la escena del niño, a mi entender no es propiciatorio, por el contrario me parece mejor que sea el niño quien a su manera y según su singular relación al objeto escoja, imagine, de sentido dejando así la puerta abierta a sus asociaciones. La elección que hace el analista de las pequeñas cositas, para Freud die dinge, que hacen de soporte del juego son una intervención o interpretación en si mismas, es difícil que conciernan a una elección ingenua.

¿Desde qué lugar se efectúa esa interpretación en las primeras entrevistas?

Me parece que tiene un muy estimable valor, el que, el como y el cuando decide un niño jugarse en la escena del análisis. Otro tema para seguir abriendo distinciones es el quehacer con los padres en un psicoanálisis con un niño, en este tópico también podemos hoy plantear otra lectura de la transferencia.

Volviendo a la pregunta que me formula, acuerdo con la importancia de tener en cuenta la distinción de la rama del psicoanálisis a la que adscribe cada autor de nuestras lecturas, así como también la orientación teórica. Es una claridad necesaria para no hacer mezclas o confusiones, ni teóricas ni epistemológicas. Es propicio despejar el eclecticismo.

La enseñanza de Freud y Lacan llega en mis comienzos primero de la mano de Oscar Masotta, antes de su partida a Europa y luego en la Escuela Freudiana de Buenos Aires con Isidoro Vegh. Aprendí que el psicoanálisis guarda una lógica precisa, el retorno a Freud que Lacan nos propone aporta más de una lógica, que también es menester diferenciar, el matema no es el poema, la lógica de modos no se confunde con la topología, no obstante cada una es una herramienta en la transmisión y corresponde a un tramo en la enseñanza de Lacan.

¿Podríamos comenzar a leer Freud sin comenzar por las formaciones del inconsciente?, ¿sin la idea de significante tal como lo expuso Lacan?, ¿es factible la transmisión del psicoanálisis sin la diáfana claridad que conllevan las superficies topológicas?, ¿sin la impronta de Lacan? Una vez que se lo transita ya no hay idéntico retorno al punto de partida. Eso me pasó, pasé por allí al advertir que el psicoanálisis es la transmisión del psicoanálisis, los analistas somos responsables de esa transmisión y esta no es de cualquier manera.
La pregunta por los maestros, por los enseñantes, por la transmisión es una pregunta por los modos singulares a los que se arriba a nuestra praxis, e incluye necesariamente la responsabilidad en el discurso del psicoanálisis y su práctica.

No hay analista sin análisis y al mismo tiempo puede haber analista sin que haya pasado por la experiencia del Pase. Mi trayectoria como analista esta muy arraigada a mí apuesta a lo real de la experiencia del psicoanálisis que no se reduce a lo académico. En esa apuesta advierto que un psicoanálisis no puede ni debe burocratizarse, no se trata de contar horas de diván ni de sillón. Aprendí con mis contemporáneos y colegas de la EFBA que se trata de seguir pasando el pase. Esta no es solo una frase de Lacan, sino que concierne a la vivida experiencia del análisis, que me importa seguir provocando e incitando. La experiencia del inconsciente, de lo real y la contingencia que escribe. Contingencia que no es producto de un milagro de la lengua materna, la contingencia escribe lo que cesa de no escribirse. Es una apuesta que requiere de la escuela como tal, con dispositivos que permitan pasar tanto la lectura como el desarrollo del psicoanálisis así como también que podamos seguir preguntándonos que es un psicoanálisis, que es un analista y que es la cura que este conduce. Esta experiencia no es sin otros, sin mis contemporáneos.

-La Escuela Freudiana de Buenos Aires ha sido y es un lugar de inserción importante para usted, de hecho ha ocupado el cargo de presidente durante el periodo 2005-2007. ¿Su gestión le produjo algún replanteo institucional?

-Antes de tener el honor de presidir la EFBA, tarea fuerte que junto a otros colegas llevamos adelante y que espero haya sido productiva, pasé por casi todos los carteles de escuela. El punto que más me impactó está relacionado con efectos que no fueron a nivel de lo institucional, sino por el sesgo de la pregunta por la formación, desarrollo y nominación de analistas, es decir lo que hace verdaderamente escuela.

Es por este sesgo que a partir de la gestión y habida cuenta de la importancia que siempre le otorgué a la pregunta por la autorización del analista, subrayo ahora más que antes la necesariedad de reflexionar acerca de qué es un analista, qué es un psicoanálisis, qué una cura. Lo que estoy diciendo no es retórico sino que surge de la experiencia, así como advertí realmente que la escuela incide en el desarrollo del psicoanálisis mucho más de lo que imaginaba previamente.

La EFBA se caracteriza por contar con una estructura transversal, a mi criterio poco piramidal, que permite que cada uno encuentre espacios de inserción y producción. Esta heterogeneidad nos enriquece cada vez que podemos trabajar y por ende producir en vías de constituir una diversidad con diferencias fecundas.

-Dentro de sus supervisores se cuenta a Francoise Dolto, ¿de qué manera se gestó la posibilidad de ese espacio y cuales fueron los principales aportes?

-Con ella aprendí en ese espacio que el analista es una contingencia. El analista es el que te tocó en suerte y esto me lo dijo personalmente mientras charlábamos de la clínica.

-Usted tiene una vasta experiencia en el ámbito hospitalario, ¿ha variado la demanda en relación a los comienzos de su práctica allá por el año 1973 en el Hospital Infanto Juvenil Carolina Tobar García?

-El conflicto y el malestar en la cultura habitan y son a causa del lenguaje, motivo por el cual no es posible prevenir el conflicto, este es inherente al parletre.

Cambian las demandas en tanto se subrayan factores nuevos pero también hay invariantes en la estructura. Los psicoanalistas y psicoterapeutas que participan en dispositivos hospitalarios e institucionales en los que se atienden niños coinciden al decir que en la actualidad se multiplicaron las consultas por temas de violencia, implícita o explicita tanto en lo familiar como en las instituciones. Ahora bien, por otra parte la entrada en la práctica hospitalaria e institucional de los diagnósticos administrativos, muchas veces complejiza la tarea y no siempre es en un sentido propiciatorio.

Trabajé en el Tobar en sus tiempos fundacionales, no se si cambiaron las demandas, hoy tengo una perspectiva diferente porque también es diferente mi situación e inserción en las instituciones.

Por ejemplo advierto que abundan en la clínica institucional como en el consultorio, consultas provenientes de instituciones judiciales. Jueces que deben intervenir en cuestiones familiares o vinculadas con dependencias de minoridad, deben tomar decisiones, establecer veredictos de mucha importancia para el niño y el joven. Son situaciones en las que cada vez con mayor frecuencia les interesa la palabra que puede aportar el psicoanalista. Me parece que también el jurista advierte, es una situación notable, que el discurso del psicoanálisis hace diferencia con el discurso jurídico. El sujeto descubierto por Freud no es el sujeto jurídico. Es interesante que Freud mismo haya entablado un dialogo con su contemporáneo Hans Kelsen, quien fuera iniciador de las ciencias jurídicas. Kelsen bregó en sus escritos por una concepción del derecho que no esté afincado en el naturalismo ni en la religión. Freud en lo suyo también. Advierto este interés de los juristas en el discurso y la palabra, aclarando que este interés no va en el camino de una mixtura sino que se trata de otro discurso que nos interroga.

-En “Clínica de la pulsión en la niñez” refiere que “la medicación cuando no es necesaria lejos de transformar el padecimiento deja al niño a merced de una interrupción de su proceso de subjetivación.” ¿De qué manera la medicación produce estos efectos?

-Cuando el padecimiento y el síntoma emergen conllevan algo para leer y escuchar del sujeto. En la infancia los niños no siempre disponen del significante, y a veces ni siquiera disponen de una palabra como respuesta a la demanda del Otro. La parentalidad puede arrojar al niño a caminos sin salida y solo por medio de su cuerpo o a través de él encuentra modos de expresión sin palabras.

En estos casos el drang pulsional hace su obra sobrexcitando la fuente corporal, el borde corporal. El niño se golpea, corre sin cesar, no escucha. En esta situación la pulsión se convierte en una fuerza imparable, el empuje de lo pulsional arrecia y deviene compulsión y acción sin hallar la pacificación que aporta la lengua y el Nombre del Padre. La hiperactividad, algunas formas de dificultades en el aprendizaje, los fenómenos agresivos y psicosomáticos responden a una lógica de la pulsión sin registro del no, ni del límite corporal. No se evidencia por estas mismas razones la eficacia que aporta la función de la demora y el aplazamiento de la satisfacción. Ante estas dificultades se han lanzado fármacos que intentan aplacar el padecimiento. No son ni buenos ni malos sino que su uso indiscriminado, a veces francamente innecesario y otras produciendo factores iatrogénicos, impiden que se escuche la verdad que la manifestación del padecimiento aporta, aquello que estaba destinado a emerger en el campo del lenguaje se lo vuelve a estancar en el organismo a secas.

Asimismo conocemos y no es obvio volver a decirlo que los fármacos producen efectos secundarios y colaterales indeseables.No es lo mismo dejar a un niño en silencio que acallarlo por vía artificial. Lacan planteó que a los tres imposibles freudianos debíamos agregar un cuarto, la ciencia, pero añade que muchas veces los científicos están en una posición insostenible. Si además le sumamos las tecnologías, la práctica de los laboratorios, el panorama se complejiza. En fin, cuando el último eslabón es el niño la preocupación es mayor.

-Usted sitúa la hiperactividad en los niños –un fenómeno que tanto preocupa a padres y educadores– como una manifestación clínica de la pulsión, directamente relacionada con los movimientos identificatorios instituyentes. ¿A qué tipo de identificaciones se refiere y cuáles serían las fallas que se producen?

-Tal como decía la pulsión, sin que pueda hacer su vuelta a la fuente, su trayecto, deja al niño a merced de goces incoercibles. Este fenómeno de la pulsión que va de la desintrincación al autoerotismo puede sobrevenir a causa de déficit en las identificaciones, particularmente he observado en la clínica que la identificación especular concerniente al estadio del espejo está insuficientemente asentada, que la voz del Otro materno y la mirada no culminan de instituir la imagen que se desarticula y por otra parte no se evidencia el fenómeno del cuerpo fragmentado.

La identificación simbólica puede instituirse pero si no se articula la imagen al trazo produce un espesor, una consistencia de uno u otro, sobreacentuándose la imagen en desmedro del trazo y consecuentemente se empobrece el campo del significante. El niño no puede pacificar lo amenazante sin la impresión de romper su cuerpo o usarlo de modo agresivo. Le faltan las palabras y la experiencia es anonadante. El tema es arduo, requiere de una mayor precisión aun.

-¿Qué diferencias se podrían situar en cuanto a la constitución subjetiva y la manifestación sintomática si el niño queda ubicado como objeto del fantasma materno o como síntoma de la pareja parental?

-En la carta a Jenny Aubry, conocida como “Dos notas sobre el niño”, Lacan se extiende sobre estas ideas, hoy casi convertidas en formulas de la clínica con niños. No son tan sencillas como parecen. Lacan esta trabajando en ese tiempo la lógica del fantasma y el acto analítico, nos advierte que el niño pende del imaginario materno, de su fantasma. Pero también leemos en esa nota una paradoja ya que se refiere tanto al fantasma materno, como a lo materno para con cada hijo. Dicho de otro modo, de la constelación pulsional y su engarce al objeto de cada madre para con cada uno de sus hijos.

Es así que cuando esta dependencia del niño al Otro consiste en exceso el niño queda ferozmente capturado. Si en cambio en lo materno interviene el Nombre del Padre opera la transmisión de lo simbólico, esta es la vía en la que la intervención del analista es menos problemática porque estamos ante el síntoma, aunque devenga como síntoma de la pareja parental. Cuando se trata de una captura imaginaria o real del niño, el cuerpo del niño condensa goces maternos. En cada una de estas posiciones la economía de goces es otra.

-Si bien no hay que perder de vista el caso por caso, ¿de qué manera el analista puede operar frente al estrago materno en el caso de niños con patologías graves?

-El niño que en calidad de objeto es engullido por el deseo materno, si se consulta al analista cosa que no siempre ocurre, es porque el psicoanalista puede operar como testigo y participe de una extracción.

El psicoanálisis nos permite cierta flexibilidad, operar con el niño y con los padres. Las patologías graves y aun las locuras infantiles convocan a la palabra, al decir. Un niño no deseado en un comienzo puede ser bien recibido más tarde, la clínica me ha enseñado que los padres son tanto la causa del malestar como el resorte de la cura, motivos más que suficientes para advertir que la transferencia resulta una herramienta muy poderosa y es la mejor aliada para abrir la trama, ya que la gravedad en la niñez responde a la ruptura de la trama de saber entre los padres o alguno de ellos y su hijo.

Cuando no hay Otro que sostenga el discurso o una función en el discurso, es el caso en el que el psicoanálisis se torna indispensable para un niño.

-En relación a la fobia y la angustia consigna que difieren cuando su aparición se produce en la adultez o la niñez. ¿Cuáles son las diferencias más notorias que la clínica le ha revelado?

-Con Juanito hemos aprendido que la fobia en los niños es un puesto de avanzada respecto del Nombre del Padre, y es el síntoma privilegiado que pone de manifiesto la estructura de la neurosis en la infancia. En más de una ocasión plantee que el síntoma es estructurante del sujeto en la niñez. Duelo por el falo mediante el cual el niño entra en la lógica de la latencia portando el ideal, su eventual confrontación a la imagen del cuerpo y también con algunos destinos de pulsión ya fijados, la latencia es uno de los momentos en el que se pone de manifiesto la sublimación. Observamos cotidianamente que para ejercitar los aprendizajes se requiere del recurso de lo simbólico. La aparición de la fobia u otro síntoma evidencian las vicisitudes pulsionales enlazadas al Nombre del Padre.

La aparición de la fobia en un adulto no es sin las condiciones que se fijan fantasmaticamente en combinación con un quiebre de la dimensión del padre. Un significante queda coagulado como imagen sin desliz que acaparado por la angustia produce una nominación imaginaria, lo que no desliza como significante en lo simbólico hace a la detención propia de la inhibición.

Las fobias de la infancia son muchas veces transitorias, marcan del duelo por el falo. El tigre de papel tiene para el fóbico adulto un exceso de real, en los análisis se advierte que emerge a partir del posible fracaso de la función del duelo.

En nombre de elSigma le agradezco que haya compartido con nosotros sus experiencias de vida y formación en torno al psicoanálisis, las que nos permiten reflexionar sobre una praxis que exige del analista una constante revisión no solo de la teoría sino también de su práctica.

Liliana Donzis es AE. Analista de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y AME Analista Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Presidente de la Escuela Freudiana de Buenos Aires entre los años 2005–2007.

Fundadora y Directora de Reuniones de Psicoanálisis Zona Sur

Autora de: Jugar. Dibujar. Escribir Psicoanálisis con Niños. Editorial Homo Sapiens

Coautora de: Intervenciones Psicoanalíticas en las psicosis. Editorial Letra Viva; El Sinthome. Consecuencias Clínicas. Colección Convergencia. Editorial Letra Viva; Inconsciente Y Pulsión. Colección Convergencia. Editorial Letra Viva.

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